Santiago de Compostela cuenta en su haber con un premio Reina Sofía de Accesibilidad y Prevención de la Discapacidad del año 2006, a pesar de ello, las barreras arquitectónicas siguen estando muy presentes para muchos vecinos de la ciudad.
Una de las calles menos accesible es Xoán XXIII la cual, incluso en su parte reurbanizada, cuenta con multitud de trampas al paso de sillas de ruedas y carritos. El punto de más difícil resolución se sitúa en el extremo norte de la calle en su confluencia con la Plaza de la Paz. En la imagen, de Street View, vemos su anterior estado:
Podemos apreciar la tremenda barrera arquitectónica que suponen los escalones en la mediana de la carretera debido a la diferencia de cota entre las dos calzadas. Existía una rampa de igual longitud que los escalones y por lo tanto de una pendiente extrema, cuya función era nula. Así mismo, la acera en primer plano realizaba un quiebro que obviamente los peatones no estaban dispuestos a asumir por lo que se atajaba a través del jardín. No era raro ver alguna persona con problemas de movilidad realizar este trayecto por el asfalto de la Plaza de la Paz como si de un vehículo más se tratara, exponiéndose a la peligrosidad del tráfico.
Los trabajos para eliminar esta barrera arquitectónica se ponían en marcha hace más de 2 meses y la obra sigue sin terminarse. En la siguiente imagen se aprecia cómo las losas han sido levantadas y recolocadas para construir una acera más directa y dotarla de una rampa:
El trabajo se ha quedado parado y permanece con las vallas tiradas y la tierra revuelta desde hace semanas.
Por lo que se refiere a la mediana se ha optado por construir una rampa longitudinal, conservando las escaleras y ensanchando el paso de peatones:
Cualquiera que haya pasado por la zona se habrá percatado de que si bien la rampa parece adecuada, las escaleras son extremadamente peligrosas debido a su estrechez, más propias para el pie de niños que para el de adultos.
En cuanto a la otra acera, tal como vemos en la anterior imagen, parecen haberse olvidado de ejecutar una rampa y se han limitado a cambiar el semáforo de sitio, adelantándolo al paso de peatones y sin dotarlo de un semáforo bajo para los conductores que quedan parados en primera fila, que de esta manera no pueden visualizar el estado del mismo.
Al comienzo del artículo comentaba la existencia de otras barreras arquitectónicas a lo largo de la avenida de Xoán XXIII. Es curioso que mientras determinados pasos de peatones están adaptados otros permanecen inaccesibles. Podemos ver estas barreras tanto en la parte vieja como en la nueva:
Confiemos en que pronto rematen lo que han iniciado y resuelvan adecuadamente las barreras arquitectónicas sin crear otros conflictos.
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